LA IRACUNDIA PRESIDENCIAL DEBILITA Y DESPRESTIGIA AL GOBIERNO
viernes, 4 de diciembre de 2009
Dr. Marco Villarruel Acosta La cancelación de trabajadores de la empresa eléctrica de Guayaquil, acusados de atentar a la llamada “MAJESTAD” del Presidente de la República es otro inicuo acto de intolerancia del gobierno presidido por Rafael Correa. Los ayudantes de campo del Presidente dicen ahora que la cancelación se debe a que los mencionados dirigentes y trabajadores paralizaron ilegalmente sus actividades y por tanto debían ser sancionados como efectivamente lo han hecho un conjunto de autoridades de algún tribunal represivo. Si esto verdaderamente fuese así, el gobierno debería mandar a la cárcel a los centenares de transportistas que han paralizado la ciudad de Ambato, o a los miles de maestros que con gran valentía propinaron una fuerte sanción moral al Presidente. De la misma manera deberían llenar las mazmorras los indígenas que realizaron su levantamiento nacional, los mineros que han desarrollado continuas acciones de lucha contra el proyecto de ley que se adelanta en la Asamblea Nacional. La historia nacional de estos tres últimos años está salpicada de estos actos de iracundia incontrolable por parte del Presidente Correa. Ya lo hace y con gran rechazo popular desde sus sermones de los días sábados donde arremete contra todos y contra todo. Es triste observar el pánico dibujado en los rostros de los ministros, de los comandantes de las fuerzas armadas o policiales, o de cualquier ayudante al que ese fatídico momento no responda a las exigencias dictatoriales. Nadie está seguro de las invectivas o de los denuestos presidenciales. La ruta gubernamental de estos tres años está llena de muchas víctimas de esta especie de neurosis correista. No se ha disipado de nuestras mentes esa arrogancia propia de un cacique oligárquico cuando ha hecho parar la larga comitiva de militares, policías del servicio secreto, de ambulancias, motos, que le acompañan diariamente para ordenar el arresto de personas que han manifestado su descontento con su presencia. Lo hizo en Quito y también en Guayaquil y Esmeraldas. Algunos de ellos pasaron varios días en las cárceles, para vergüenza del Ecuador. Cómo olvidar la diatriba mayúscula con su hermano, usando para ello todos los medios de comunicación del Ecuador. Este pugilato entre personas de la misma sangre nos llena de vergüenza, por tratarse del primer mandatario y porque constituye un mal ejemplo que se visibiliza a través de una ventana transparente ante los ojos de millones de niños y jóvenes. El caso de Dayuma, donde una dirigente de la región amazónica permaneció un año en prisión fue conocido y repudiado en el mundo entero. También lo fue cuando 41 choferes de Loja fueron acusados de sabotaje terrorismo y por tanto apresados y enjuiciados. ¿Recuerdan ustedes cuando arremetió contra los profesores en Guayaquil, para increparles y amenazarles? Y recuerdan también cuando un joven docente le detuvo con sus argumentos y le hizo debitar en su acción provocadora? Mal hace entonces en no controlarse y en humillar a las personas. Creer que con acciones de fuerza contra los trabajadores o con las personas humildes tiene más autoridad o se llena de razón en sus medidas gubernamentales es un error fatal. Así parece que actúa cuando despide a centenares de trabajadores de Petroecuador o insulta a los trabajadores de la prensa. Llama la atención en cambio cuando no hay banqueros apresados, traficantes de frecuencias tras las rejas, o cuando insiste en lujosas reuniones con los industriales y los grandes comerciantes. Parece que el viejo aforismo de “palo para el pueblo y circo para los ricos”, es el complemento a esta sicosis de la ira presidencial.
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