Institucionalidad cultural: dominación o gestión

jueves, 17 de diciembre de 2009

Por: Sebastián Endara | Cuenca



Poseer el control de los aparatos ideológicos, es una cuestión clave en la perennización de un sistema económico-político. Según Althusser, para asegurar la producción, se deben asegurar primero las condiciones de la producción, esto es la reproducción de los medios de producción y la reproducción de las fuerzas productivas satisfaciendo las necesidades mínimas y cualificando al trabajador. Esta calificación implica la adquisición de cierto conocimiento pero al mismo tiempo el sometimiento a la ideología dominante que asegura la reproducción de la calificación. La ideología dominante se expresa a través de las reglas de moral y de conciencia cívica, y fundamentalmente, de respeto a la división social-técnica del trabajo, y se expande a través de ciertas instituciones como la escuela, la iglesia, y considerando las particulares formas que ha adquirido nuestra modernidad, del aparato burocrático (público y privado) más que la institución militar.



Dicho lo anterior quisiera pensar el proyecto de Ley de Cultura. Ecuador se ha caracterizado por crear instrumentos insulsos de reglamentación y regulación de los fondos y las acciones emprendidas para contribuir en el desarrollo cultural. Esa ha sido la tónica de una tradición socio cultural no sólo excluyente sino discriminatoria. Ahora, la solución al problema se plantea en los términos del post-socialismo, donde el Estado Central debe controlarlo todo, bajo el discurso hegemónico de la mayor organización y el manejo eficiente del sector cultural. No discuto el conjunto de líneas generales que articulan la perspectiva hacia un mejor panorama cultural, sino la autoproclamación de una nueva y mejorada institucionalidad, cuyas formas no pasan de la caduca institucionalidad. Los encuentros regionales que se realizaron en Cuenca, se recordará que fueron desarrollados en un Mall. Hace un año, los gestores culturales pedían el cambio de estructuras que actúen realmente en función de la ciudadanía, pero ello desembocó en el cambio del Subsecretario y nada más. Luego de un año los cuencanos no podemos decir que tengamos al frente de la Subsecretaría de Cultura un líder/lideresa que represente y defienda las aspiraciones de cambio de los colectivos culturales regionales, sino alguien que responde a las jerarquías internas del gobierno de turno y a la expansión de su poder. No se trata, por lo demás, de cambiar a las personas, sino de apuntalar procesos serios de construcción colectiva. No se trata de denigrar los roles, se puede percibir la buena voluntad de las autoridades, pero no basta con eso, hay que tener claridad y ello no es producto de una súbita iluminación, sino de verdaderos procesos sociales que en el Estado, por lo menos, no logran cuajar.

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